José Ponce se inició en la profesión periodística en el periódico La Provincia, diario de la noche, como cronista deportivo entre 1917 y 1920, donde se dio a conocer con el seudónimo Blanqui-Azul; y como cronista social entre 1921 y 1922. Durante estos años se implicó en el movimiento asociativo y sindical onubense. Fue secretario y vicepresidente del Huelva Fútbol Club en 1919; secretario del Sindicato de Escritores en 1920; y secretario de la Federación Local Obrera en 1922. Colaboró, a su vez, en otros periódicos como Madrid Sport, La Rábida, Revista Colombina Iberoamericana o El Defensor, de cuya redacción formaba parte en 1926, año en el que la Federación de la Prensa de España expidió su carné de periodista. El 1 de enero de 1927 Diario de Huelva, el periódico líder de la prensa matutina de la época, le dio la bienvenida como redactor y en agosto lo nombró redactor-jefe, cargo que ocuparía hasta octubre de 1933. En el ámbito profesional, fue miembro de la Asociación de la Prensa de Huelva, primero como vicepresidente (1928-30) y después como vocal (1931-33). En 1928 constaba, además, como miembro de la logia masónica onubense Cañavate, con el nombre simbólico de Bakunin, aunque su paso por la masonería fue efímero y se limita solo a este pequeño período.
Su actividad política se desarrolló de manera coincidente con la proclamación de la II República. Había decidido pasar a la acción política, implicarse. En junio de 1931 fue elegido presidente del Partido Republicano Democrático Federal (PRDF) de Huelva (en junio de este año fue elegido vicepresidente regional). En esos años publicó también en otros periódicos: El Defensor, El Nuevo Régimen (órgano del PRDF) y El Fraternal (órgano de la UGT y del PSOE). Fue en la lista para las elecciones generales de 1933, aunque no obtuvo el apoyo suficiente en la primera vuelta para poder continuar con su carrera para alcanzar las Cortes. Los socialistas estaban reclamando la unidad de otras fuerzas de izquierdas para acudir juntos a la segunda vuelta, postura que él defendió y que el comité del partido avaló. Pero la asamblea decidió dar libertad de voto a la militancia y José Ponce, por coherencia con su criterio y el de su dirección local, presentó su dimisión irrevocable al sentirse desautorizado.
Diario de Huelva lo expulsó del periódico por motivos políticos justo antes de aquellos comicios. Comenzó un declive generalizado en la vida del personaje, al verse truncadas su carrera periodística y sus aspiraciones políticas. El 9 de octubre de 1934, tras la revuelta social en las zonas mineras, fue detenido en Huelva por considerarlo cómplice al haber dejado las llaves de su casa al supuesto cabecilla, el diputado socialista Crescenciano Bilbao. Desde su domicilio se organizó la huelga general y el movimiento revolucionario que tuvieron lugar en la capital y en la provincia. La causa judicial (33/934), que se instruyó contra una treintena de personas, acabó en el Tribunal Supremo, dada la condición de aforado de Bilbao. El 26 de abril de 1935 se le concedió la libertad provisional y pidió que se fijara su residencia en Madrid. La causa quedó sobreseída y los detenidos fueron puestos en libertad cuando se concedió la amnistía para todos los presos políticos tras el triunfo en febrero de 1936 del Frente Popular.
En septiembre de 1935 era redactor del diario gráfico madrileño Ahora, según declaró en otra causa judicial (12.092) que se abrió contra él en Almería al finalizar la guerra. En informe de la Guardia Civil archivado en ese sumario se asegura que diez meses antes de julio de 1936 pertenecía a su redacción. Aunque no hemos podido encontrar su firma en el prestigioso rotativo, sí conservamos una tarjeta de visita en la que se refleja esta corresponsalía. Según su propio testimonio, en Madrid ocupó, además, en estas fechas, la representación oficial de la Diputación Provincial de Huelva, dato que no hemos confirmado.
La guerra le sorprendió en Madrid. Su mujer y sus cuatro hijos se quedaron en Huelva, adonde ya no volvería jamás. Se afilió al PSOE, ingresó en la Agrupación Profesional de Periodistas y en la Agrupación Socialista Madrileña; y más tarde, en la Federación Gráfica Española, sección Madrid Periodistas. Comenzó a escribir para el diario Claridad, órgano de la UGT y del ala izquierda del PSOE. En 1936 figuraba en nómina de la Columna España, de la CNT. El 20 de agosto de 1936 Claridad publicó su primer artículo firmado como corresponsal de guerra en el Frente Sur, en la zona de Córdoba y Jaén, donde permanecerá –residiendo en Andújar- hasta abril de 1938.
En noviembre de 1937 se había ofrecido incondicionalmente para ocupar un puesto en el Comisariado, según consta en una carta enviada a Luis Cillán, mando destinado en Valencia. El 9 marzo de 1938 se publicó su nombramiento como Comisario de Batallón en el Diario Oficial del Ministerio de Defensa. Claridad se hizo eco de ello y le despidió cariñosamente en su edición del 17 de marzo. Ingresó en el Batallón de Etapas 5 de Ciudad Real. Su labor periodística continuaría en el diario Avance, órgano del PSOE y la UGT de esta provincia, donde publicaría artículos firmados con su nombre y apellidos en la primera plana de junio a septiembre de 1938.
Acabada la guerra, fue detenido el 30 de marzo en Viator (Almería) e ingresado en la Prisión Provincial Ingenio (Causa 12.092). Se inició una correspondencia con su familia, que se conserva. Se trata de un conjunto de 42 postales y cartas de gran belleza y de enorme interés documental. En mayo de 1940 se concedió su libertad al no hallarse su expediente. Su residencia se fijó en Madrid, donde volvió a ser detenido el 5 de junio, en una sastrería, junto a 18 personas más, acusados todos de reuniones clandestinas y auxilio a la rebelión (causa judicial, procedimiento sumarísimo 67.773/108.887, de Juzgado Militar). Ingresó en Las Comendadoras, convento habilitado como prisión. Desde ahí escribió a su familia, con fecha de 15 de agosto de 1940, la última postal. Murió el 5 de septiembre en el Hospital Provincial de Madrid a consecuencia de las torturas a que fue sometido en los interrogatorios, aunque la versión oficial apuntó a un “tumor cerebral” como la causa de su muerte.
En 1944, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo dictó una nueva orden de detención contra él. La causa (Sumario 20-45) fue sobreseída en julio de 1945 y las actuaciones judiciales archivadas al conocerse su condición de difunto.
La trayectoria de José Ponce Bernal nos muestra a un hombre de espíritu inquieto que destacó en la sociedad del momento. Quiso ser protagonista, liderar el momento, imponer su carácter, su visión de la vida, con decisión, con carisma. Influyó, sin duda, en el pensamiento de sus coetáneos. Para ello se sirvió del periodismo y, como fue habitual en la época, casó el periodismo con la política. Comprendió que era al fin y al cabo el único modo de cambiar el estado de las cosas. Periodismo y política eran los únicos instrumentos capaces de acabar con la desigualdad social, con la extrema pobreza y con el sistema caciquil impuesto en la provincia de manera muy virulenta durante toda la Restauración y la Dictadura de Primo de Rivera y que siguió ocupando amplias parcelas de poder incluso durante la II República. Logró situarse de tal manera en la sociedad de Huelva que rápidamente se hizo respetar y se convirtió, como hemos visto, en un líder en los ámbitos sindicales, políticos, corporativos y profesionales. Fue un intelectual comprometido con la sociedad que le tocó vivir, en un momento social y político convulso. Su vinculación con las izquierdas lo condujo a un terrible final tras la guerra civil española.
Su vida profesional se divide en tres etapas bien diferenciadas que coinciden en el tiempo con sendos períodos históricos determinantes: el cronista deportivo, con la Restauración y el inicio de la dictadura de Primo de Rivera; el cronista social y político, con el final del dictador, la etapa Berenguer y la II República; y, por último, el corresponsal de guerra y analista político, con la guerra civil.
La crónica era el género predilecto de José Ponce Bernal. Desde sus inicios en el diario onubense La Provincia hasta sus últimos escritos, nos deleitaba con ese modo de contar las cosas, tan ameno, en el que mezclaba la noticia y la actualidad con la opinión y el análisis. José Ponce exponía, explicaba, razonaba y decía finalmente lo que había que hacer y criticaba lo que no se había hecho.
Su máxima preocupación eran los niños, los desvalidos y las personas sin hogar. Alababa a los que dedicaban su vida a mitigar esta situación y arremetía duramente contra el egoísmo, la avaricia y la imposición que ejercían los caciques sobre los obreros y el conjunto de la sociedad. Obsesionado por la educación y la cultura, Blanqui-Azul pedía escuelas para los niños pobres, parques infantiles donde pudieran jugar a la sombra, ayudas para que las familias vivieran en condiciones dignas y trabajo para los miles de parados, que se multiplicaron con la crisis del 29 que hizo estragos en Huelva a partir de 1930.
Nuestro autor se formó en el ambiente de cambio en el pensamiento y en las actitudes de la sociedad española que protagonizaron los hombres y mujeres de la Generación del 14: Ortega, Azaña, Giner de los Ríos, Ramiro y María de Maeztu, Zenobia Camprubí, Campoamor, Marañón, etcétera. Y creció junto a los de la del 27: Lorca, Alberti, Ayala, Chacel, Cernuda...
Desde una provincia alejada de ese eje cultural y político, el joven periodista creó opinión desde las páginas de los periódicos, impulsó acciones tan importantes para la cultura como la puesta en marcha del Ateneo Popular de Huelva. Promovió campañas a favor de la creación de escuelas y para elogiar figuras de la literatura, como Benavente o Mariano de Cavia; y de la pedagogía, como Luis Bello. Editó folletos propagandísticos de gran nivel literario y artístico, como el que nos ocupa.
Ponce vio e interpretó el problema de Huelva como aquella Generación del 14 vio e interpretó el problema de España. La falta de cultura conducía a la frustración y ésta incapacitaba para alcanzar el ritmo que marcaba el resto de España para Huelva y Europa para España. Demandó regidores aptos, inteligentes y cultos para administrar los bienes con sabia dirección. Exigió a las gentes que fueran laboriosas y emprendedoras para crear riqueza pública y progreso general. Sufría con la falta de iniciativa y creía que la pereza y el inconformismo eran defectos intrínsecos de la condición humana, pero más concretamente del carácter español; y muy acentuados en el perfil del onubense. La inacción de los poderes públicos ante los problemas que fragmentaban la sociedad, como la pobreza y la miseria, componían, junto con la cultura y la educación la base de su vocación reivindicativa. Buscó consenso, unión y acción. Había que innovar, transformar, crear valores y comprometerse.
Los periodistas, para él hombres de comprensión, tenían, desde su punto de vista, una enorme responsabilidad en la tarea de educar. Veía su profesión como un complemento ideal porque desde las páginas de un periódico se orientaba el pensamiento, se creaba opinión. Consciente de ello, se valió de este resorte para influir, como harían muchos escritores del 98 y la mayoría de los componentes de esta Generación del 14, quienes utilizaron los periódicos y las revistas para difundir sus teorías y defender sus ideas.